Compartimos con todos ustedes un artículo publicado por Mons. Jorge Esteban González, presidente del Consejo de Educación Católica de la Provincia de Buenos Aires (CEC), respecto al Pacto Educativo Global firmado por Francisco en octubre del año 2020 y la actualidad educativa en la Argentina.
Por Mons. Jorge Esteban González
El 15 de octubre el Papa Francisco hizo una convocatoria inédita a todas las personas de buena voluntad para firmar un compromiso que él denomina: “reconstruir el pacto educativo global”. Junto a las instituciones educativas de la Provincia de Buenos Aires y animados por su Consejo de Educación Católica, en simultáneo con Roma y con la participación de la Directora General de Educación Lic. Agustina Vila y nuestro Arzobispo Víctor Manuel Fernández, pudimos seguir las palabras del Santo Padre y reflexionar sobre el alcance de esta propuesta. Como Arquidiócesis de La Plata, en sus distintos niveles y espacios educativos, nos unimos a esta iniciativa. Queremos trabajar en esta línea, lo que nos compromete a mirar hacia adentro de nuestras instituciones, para revisar cómo hacemos educación en la práctica, en qué y para qué estamos formando a las nuevas generaciones, más allá de las formulaciones escritas; y también mirar hacia afuera de sus muros para promover la unión social que haga realidad una educación de calidad para todos y todas, que “haga madurar una nueva solidaridad universal y una sociedad más acogedora”, en palabras de Francisco. Algo de lo que nuestra querida Argentina, entre otras cosas, necesita.
El mundo de hoy experimenta muchos cambios, una verdadera metamorfosis cultural y antropológica. La Pandemia dejó al descubierto muchos dramas y aceleró también muchos procesos: los cambios tecnológicos y digitales en mutación incesante, si bien han traído múltiples ventajas y facilidades para algunos, también han derivado en pérdida de la identidad, desintegración psicológica y social y discriminación de muchedumbres. Como expresa Francisco, se verifica una verdadera “catástrofe educativa”.
Justamente al considerar el espectro, la gravedad, la interrelación y la globalidad de los problemas contemporáneos, el Papa exhorta a no contentarnos con medidas sanitarias, recetas simplistas o vanos optimismos. El Covid ha hecho posible reconocer de forma global que lo que está en crisis en nuestro modo de entender la realidad y de relacionarnos. Por eso, urge implementar un nuevo modelo cultural y realizar un cambio en el modelo de desarrollo. El Papa reconoce en la educación el itinerario para revertir la crisis actual y promover el cambio. Ella tiene poder transformador y nos trae la esperanza; invita a la coparticipación y a la transformación.
La educación sigue siendo una de las formas más efectivas de humanizar el mundo y la historia, es también esto convicción de Francisco. Lo debemos reconocer como el antídoto natural de la cultura individualista. Es una cuestión de amor y responsabilidad transmitida entre las generaciones. ¡Por eso es tan noble e imperioso descubrir y valorizar el roll y servicio que hacen cotidianamente nuestras maestras y nuestros docentes, junto a todos los que forman parte de nuestras Comunidades Educativas!
Lo que se vuelve necesario ahora, es un nuevo compromiso educativo, que involucre a todos los componentes de la sociedad. Una alianza basada en una red de relaciones humanas y abiertas, que debe garantizar el acceso de todos a una educación de calidad, a la altura de la dignidad humana y de su vocación a la fraternidad. El foco de este propósito es formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones. Para que esos deseos logren concreción, el Papa propone siete claves de implementación:
Para esto será necesario invertir con creatividad y responsabilidad nuestros talentos y las mejores energías. Ser valientes, con la parresía del evangelio, y asumir la responsabilidad ciudadana de luchar por las condiciones para ofrecer la educación integral de calidad a las nuevas generaciones. Condiciones que cuando existen están hoy en riesgo. Condiciones que no dependen sólo de los gobiernos de los Estados nacionales, sino de la ciudadanía corresponsable que las exige, apoya y hace posible.
La educación necesita también adaptarse a los nuevos tiempos, incluso si se quiere, reinventarse para que pueda contribuir significativamente a un futuro mejor que cree en verdad una solidaridad universal, una cultura del encuentro y el respeto. Una educación que abra a la interioridad, a la espiritualidad y al encuentro con Dios. En este sentido, es necesario redefinir la educación integral desde la perspectiva de la formación para la ciudadanía global, el cuidado del medio ambiente y el cuidado por los más vulnerados de nuestro mundo. La educación necesita ayudar a los maestros, familias y nuevas generaciones a entender que la solidaridad hoy significa solidaridad con todos, comenzando con los más cercanos, pero también extendiéndose a todas las personas del planeta y a todo lo creado.
El Papa no indica ninguna acción, ningún programa para llevar a la práctica su llamado. Pero en sus discursos sobre el Pacto, en otros documentos relacionados y en varias de sus encíclicas, encontramos numerosas y reiterativas pistas para construir ese “camino hacia lo extraordinario”.
Que este proceso iniciado, nos encuentre en La Plata disponibles a trabajar juntos. Es hora de mirar hacia adelante con valentía, audacia y esperanza para recrear las relaciones en la humanidad. Busquemos juntos las soluciones, miremos hacia el futuro con esperanza. Un mundo diferente es posible.