En la parroquia Nuestra Señora de Pompeya, el obispo diocesano monseñor Gabriel Mestre celebró la misa en acción de gracias por el inicio del ciclo lectivo 2018. La misa estuvo concelebrada por el padre Pablo Etchepareborda, presidente de la JuREC y sacerdotes de distintas instituciones educativas del obispado de la ciudad. Estuvieron presentes directivos de las instituciones educativas católicas, supervisores de Diegep y docentes.
Durante su homilía, el obispo hizo hincapié en la importancia de los textos bíblicos: «Me quedo con dos imágenes de los textos bíblicos: por un lado una suerte de descripción de la realidad, que podíamos encontrar con la imagen del desierto, que aparece en la primera lectura y las serpientes que pican y envenenan a un pueblo que anda descarriado, que se queja por todo. Y en el texto del evangelio la confusión de los judíos con respecto a saber quién es y qué hace Jesús».
«Pensaba que hay un común denominador en nuestro tiempo. La imagen del desierto: cuántas veces en nuestra tarea tenemos la sensación de estar en el desierto y nos sentimos no comprendidos por los cercanos y no muy cercanos. Cuando pensamos en estas serpientes podemos pensar en la realidad de nuestro mundo y que nos afecta a todos y de manera particular a los niños y jóvenes, que en nuestro caso tenemos la vocación de formar y educar en gloria de Dios y para vida de estos niños y jóvenes. El veneno es una metáfora muy fuerte que puede hacerse eco en la tremenda tarea educativa que tenemos que llevar adelante. La confusión de los judíos en el Evangelio expresa la confusión de nuestro tiempo, donde al mal se lo llama bien y viceversa, en diversos ámbitos. Podemos referir a la vida no nacida, pero también referido a muchas otras realidades» dijo el obispo en su homilía.
Seguidamente reflexionó que «si nos quedamos con esto tendríamos que cerrar nuestros colegios y parroquias, pero en los textos irrumpe el principio de la esperanza. Queridos hermanos, en medio del desierto, las confusiones de nuestros contextos podríamos decir que la palabra nos invita a levantar al mirada a Dios, a levantar la mirada a Cristo Crucificado. Entonces podríamos redefinir nuestra tarea educativa desde lo más pequeño a lo más grande, a lo largo del año, con un alumno, un curso, un grupo, con una familia, en la tarea de conducir a los docentes que tienen la responsabilidad de conducción en cada comunidad educativa y aprender a levantar la mirada a Dios. No nos quedemos anclado, en la realidad difícil, muy conflictuada y que parece que en muchos casos nos pasa por arriba. El Papa decía ‘ante los males de este mundo, levantar la mirada al crucificado que tiene la última palabra'».
Seguidamente Mestre propuso para «este tramo final de la cuaresma, asumiendo la responsabilidad de nuestra tarea educativa, si nos animamos a levantar la mirada al crucificado para encontrar las fuerzas, el sentido, para llevarle al crucificado las cosas que no terminamos de entender, las decisiones que nos animamos a tomar, las decisiones que nos confunden y necesitamos un verdadero discernimiento para poder responder a la realidad. Jesús, levanto la mirada, te presento este conflicto, dame luz para actuar según tu voluntad, para poder responder de forma justa y misericordiosa con esta familia o este joven. Cuanto más difíciles sean la realidad personal, familiar o educativa, más tenemos que aprender a levantar la mirada a Jesús. Necesito luz, Señor para poder responder pedagógicamente, con esperanza, con verdad, con justicia, los valores que vos me enseñás».
Por último, el obispo invitó a los docentes una vez más a levantar la mirada a Jesús ya que «si lo hacemos nosotros, nuestra tarea educativa va a ir en esa dirección. Miren si en este 2018 nos decidimos a ayudar a cada persona que nos encontramos y los invitamos a levantar la mirada a Dios. En el día a día de la tarea educativa, en la tentación de bajar los brazos, de encerrarse cuando repetimos un tema 30, 40 o 70 veces y pareciera que quien tiene que escuchar este tema no lo escucha, no lo entiende. Tener la convicción profunda, vivir de la fe y levantar la mirada, y ayudar a esa familia, ese docente, jóvenes o niños en un verdadero camino pedagógico a levantar la mirada a Dios. No nos quedemos con las serpientes, el desierto o la confusión. Miremos la cruz, que tenemos en nuestra casa, en el pecho, en los autos, y aprendamos a levantar la mirada. En vos Jesús, está el sentido de mi vida».
Al finalizar la misa, el padre Pablo y el obispo entregaron reconocimientos a directivos de colegios pertenecientes a la Jurec que se jubilaron. El padre Pablo les agradeció a los docentes que «pusieron tantos años de servicio a la Iglesia en la educación. El presente fue una Cruz de la unidad. Ésta representa a María que recoge la sangre del costado abierto de Cristo muriente. Simboliza la tarea educativa desarrollada por los docentes que recogen alegrías y dolores de los alumnos y están presentes para acompañarlos».
VIDEO HOMILÍA