Homilía lanzamiento Primer Sínodo Diocesano y 50º Invasión de Pueblos “Caminemos juntos en la audacia del Espíritu”.
Mons. Gabriel Mestre – Estadio Polideportivo Islas Malvinas
Mar del Plata – Sábado 29 de septiembre de 2018
Hoy volvemos a celebrar Pentecostés. Hoy como comunidad diocesana celebramos la fiesta del Espíritu, la alegría de la presencia impetuosa del viento y del fuego del Espíritu Santo.
Lo celebramos en el marco de la acción de gracias por estos 50 años de Invasión de Pueblos, en nuestra Iglesia Diocesana: ¡Iglesia joven y misionera! Lo hacemos ante el gran desafío de encaminarnos decididamente a la realización del Primer Sínodo Diocesano bajo el lema “Caminemos juntos en la audacia del Espíritu”.
Propongo tres puntos para reflexionar en esta tarde sintetizados en tres breves expresiones que brotan de los textos bíblicos y de nuestro lema: ESPÍRITU, CAMINAR JUNTOS, AUDACIA.
2. El desafío de CAMINAR JUNTOS
3. La AUDACIA del Espíritu
1. Invocar al ESPÍRITU
Cantábamos hace un instante, en la Secuencia de Pentecostés: Ven a habitar, ven a habitar, en nuestras almas, ven a habitar… Vamos a cantar en la poscomunión: Ven ESPÍRITU de Dios, ven a mí ser, ven a mi vida… Es la actitud del verdadero creyente que sabe que su vida solo tiene sentido con la presencia del Espíritu Santo que todo lo renueva.
¡Ven ESPÍRITU Santo y abre nuestros oídos para poder escuchar!
¡Ven a nuestros corazones para poder dialogar!
¡Ven a nuestras mentes para saber discernir!
¡Ven ESPÍRITU Santo! ¡Ven a nuestras parroquias, capillas y CEBs!
¡Ven a nuestras comunidades educativas!
¡Ven a nuestro movimiento juvenil! ¡Ven a todas los grupos que se dedican a la evangelización de los jóvenes!
¡Ven a nuestros movimientos, instituciones y asociaciones! ¡A todos los que conforman el cuerpo de la Iglesia Diocesana!
¡Ven a nuestras pastorales del servicio, la misericordia y la caridad! ¡Ven ESPÍRITU Santo y renueva en nosotros el amor y el compromiso por todos los seres humanos!
¡Ven viento impetuoso, y da vida a nuestros barrios, a cada ciudad y localidad, allí donde transcurre la vida cotidiana! ¡Enciende el fuego de tu amor y danos la alegría y la belleza de Dios!
Necesitamos que vengas, te invocamos ESPÍRITU Santo. Necesitamos tu presencia en los momentos más luminosos de nuestra vida y también, y sobre todo, en los momentos de oscuridad. Invocamos hoy tu presencia aquí al comenzar decididamente nuestro camino sinodal. No habrá verdadero sínodo diocesano si no invocamos tu presencia ESPÍRITU Divino, ESPÍRITU de Dios.
Necesitamos que vengas a iluminar los desafíos que hoy como Iglesia se nos presentan. La conversión pastoral y la renovación de nuestras estructuras pastorales. ¡Ven viento de Dios e impúlsanos para ser una Iglesia en salida!
Por eso querida Iglesia Diocesana que peregrina en Mar del Plata, les pido como padre, hermano y amigo que pongamos en primer lugar la invocación del ESPÍRITU Santo en todo momento de nuestra vida, en toda circunstancia. Digamos cotidianamente: Ven, ven a habitar, ven a mi vida ESPÍRITU de Dios. Que en el marco de nuestro Primer Sínodo Diocesano, Dios ESPÍRITU Santo sea el centro y el principal protagonista de nuestra espiritualidad para escuchar la Palabra de Dios y poder discernir la realidad con una mirada de la historia profundamente teologal.
No es fácil CAMINAR JUNTOS. Nos cuesta como Patria, como Iglesia, en cada comunidad o grupo; nos resulta difícil CAMINAR JUNTOS en nuestras familias. CAMINAR JUNTOS es ser Iglesia sinodal. Y una vez más necesitamos la presencia del Espíritu para asumir el gran desafío de la comunión y la participación en la vida de nuestra Iglesia.
Necesitamos tu presencia Espíritu Santo para sanar nuestros vínculos heridos, para reconciliarnos, para integrar los diversos dones en la unidad. Te necesitamos para ser realmente un solo cuerpo con muchos miembros con funciones diversas que se complementan y así CAMINAR JUNTOS.
¡Ven Espíritu Santo! Y ayúdanos a descubrir al otro como un don para la vida. Necesitamos vivir la dinámica del “don” y de la gratuidad que viene de Dios. Yo soy un don para ustedes y ustedes son un don para mí. Los invito a mirarse… Mirá al que está a tu lado ahora en la celebración… Descubrilo como don, un regalo de Dios para vos. Él es tu hermano. ¡Hagamos así de nuestra Iglesia, casa y escuela de comunión! Hagamos, con la gracia de Dios, una Iglesia diocesana Sinodal que se lanza a la experiencia de CAMINAR JUNTOS en la audacia del Espíritu.
Queridos hermanos, como obispo, les pido que cada uno, en esta etapa pre-sinodal se involucre en sus respectivas comunidades para asumir el desafío de CAMINAR JUNTOS creciendo en comunión y participación. Comunión y participación que se tiene que dar en todos los niveles de nuestra vida comunitaria. De manera particular pido que podamos dar pasos de crecimiento para un verdadero protagonismo de los laicos y los jóvenes en las distintas actividades de la vida de la Iglesia.
Vivimos en un tiempo complejo y contradictorio. Percibimos a diario manifestaciones de la cultura de la muerte, situaciones de injusticia y marginación, alejamiento de Dios y pérdida de los valores fundamentales. Tomamos contacto con la violencia doméstica e institucional, con la indiferencia y la gran mediocridad ambiental de la que muchas veces somos parte. Todo esto nos abruma, nos da miedo, nos desubica y paraliza.
Invocamos nuevamente tu presencia Espíritu Santo. Necesitamos que nos animes con la AUDACIA, con la parresía que solo viene de tu poder. Queremos ser dóciles y dejarnos conducir por tus inspiraciones para dar testimonio, para asumir nuestro compromiso cotidiano con profundo realismo. Una vez más: Ven Espíritu de Dios, ven a habitar en nuestras almas.
El soplo de Jesús en el Evangelio y el fuego que enciende a los apóstoles para infundirles el valor de gritar la belleza del evangelio en todas las lenguas hoy nos interpela. En medio de las dificultades y los temores, el Espíritu es quien nos da el valor de no quedarnos encerrados y salir al encuentro de todos. Con la AUDACIA del Espíritu debemos superar la tibieza que muchas veces nos atrapa y salir a anunciar la Buena Noticia del Reino y comprometernos de manera particular en la defensa y cuidado de la vida de los más pobres, enfermos y sufrientes; de los niños no nacidos, de las mujeres víctimas de violencia, de todos los que son descartados, postergados y olvidados de nuestra sociedad.
Hoy es Pentecostés, para cada uno de nosotros, para nuestras familias y comunidades, para la Iglesia Diocesana. Escuchamos en la Palabra de Dios: “Todos quedaron llenos del Espíritu Santo”. Esta Palabra se cumple hoy y expresa lo que acontece en nuestro corazón y estamos celebrando en esta Eucaristía.
Por eso les propongo un gesto. Puestos de pie, pongan su mano en el hombro del que está a su lado, y así, juntos poder asumir el compromiso de iniciar este camino, que nos llevará hacia el Primer Sínodo Diocesano, con la audacia del Espíritu Santo.
A cada propuesta los invito a responder con voz fuerte y vibrante: ¡SÍ QUEREMOS!
Repetimos: ¡SÍ QUEREMOS!
¿Quieren comprometerse, a iniciar el camino hacia el Primer Sínodo Diocesano, con un oído puesto en la Palabra de Dios y el otro en la realidad de nuestro pueblo?
¡SÍ QUEREMOS!
¿Quieren comprometerse a discernir nuestra realidad eclesial y social con la mirada
misericordiosa de nuestro Padre Dios?
¡SÍ QUEREMOS!
¿Quieren comprometerse a vivir la comunión sinodal, renovando nuestros vínculos, sanando las heridas, celebrando la reconciliación en nuestras familias y comunidades?
¡SÍ QUEREMOS!
¿Quieren comprometerse, a tener un corazón y una mente abierta, para que todos puedan encontrar un lugar de participación en la familia de nuestra Iglesia Diocesana?
¡SÍ QUEREMOS!
¿Quieren comprometerse, a ser verdaderos testigos del Evangelio de Jesús, “Camino, Verdad y Vida”, aunque por eso tengamos que padecer incomprensiones, desprecio y persecución?
¡SÍ QUEREMOS!
¿Quieren comprometerse, a ser discípulos misioneros alegres, con el gozo que nos da el Espíritu y contagiar esta alegría al mundo?
¡SÍ QUEREMOS!
Ratifiquemos, entonces, una vez más este compromiso al inicio del camino sinodal repitiendo:
¡SÍ QUEREMOS, CON LA AUDACIA DEL ESPÍRITU!
¡Repetimos…! ¡Una vez más, bien fuerte…!
Entonces, querido, Santo Pueblo de Dios, con el compromiso asumido por todos, doy inicio formal al camino que nos conducirá al Primer Sínodo Diocesano. Amén.